MiS aMiGoS PoeTaS:

Me decía él:
“Ella era un regresar a tropiezos de sonrisas simples”

Y el otro empacador de sol, baboseando su miel:
“En cada flor acariciaba el tulipán de sus manos”

... y así cantábamos descalzos en el tibio camino
pero un día nos apresaron en la transparencia de un verso
tellier baudelaire villón vallejo breton salgado moraga soto viveca...
Por nuestros gritos pasaban todos...

Pero nos pusimos de acuerdo,
debíamos tomarlo con calma.
cantaríamos doctrinas humanitarias
al presidente de la república
a la corte suprema
a la cámara de diputados
al número siete por la gran siete
a la televisión
al final de una sinfonía.

Un bebé nos escondía las letras en conserva
la esperanza
el premio nacional
las publicaciones.
o sea nuestros artículos de consumo de nuestro ego insatisfecho.

Teníamos que cogerlo
y cuando lo hicimos,
sonrió con la dentadura de un adulto.
No pudimos acariciarlo.

Aterrorizados
regresamos mascando nuestras flores de papel crepé
inhumadas
en nuestra lengua de plastilina.
Las escupíamos a la orilla del camino.

¡Cómo hablaba la gente!
¡Deben ir al cura párroco¡ ...nos decían...
Fuimos. . .
¡Y el cura tocaba la campana con parlantes!
La seducción, la violación, la castración,
la constitución, la salvación, la destrucción,
la evolución, la salvación, la revolución.
y la corrupción.

. . . y aquí estamos. . .
Los que somos
en nuestros goces descremados llenos de proteínas y de fibras
en la arteria de mayor circulación.
Mirando la gente que huye frenéticamente a sus casas.
Nos cierran las puertas, la ventana.

No existen las ventanas, ni las puertas. Son dibujos
No tienen limosna para estos ciegos. Son muy pobres
Tenemos la peste de girar al rede
al rede
al rede
dor.

Nunca
Debimos escupir las flores de papel crepé a la orilla del camino.

Cuando buscamos al bebé
no había gente.
No había
flores.

Todo es un campo de la irrealidad uniformada
(todo uniforme huele mal)
o de eternidad preconcebida
(toda preconcepción es irreal)
con lista de asistencia
(toda lista es la extrema unción)
con grandes relojes y oficinas
con estatuas oxidadas
y trisadas
con palomas cuadradas y empolvadas.

Ahora videntes,
¿Qué haremos?

Huyamos también a nuestros cubos
a devorar intimidad rutinaria
. . .
a escribirles buena poesía.


Este poema fue leído por un Agustín Olivos de profunda y cavernosa voz, al menos eso creíamos; mientras Juan Luis Moraga, Hernán Quezada y Eduardo Arenas se encerraban en un cubo de papel en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile de Valparaíso – año 1971. El cubo estaba hecho con una estructura de alambre y las páginas de El Mercurio pegadas con Agorex fueron conformando las seis caras del cubo y provisoria cárcel para Juan Luis, Hernán y Eduardo. El autor, Rubén Cárcamo, se mantuvo en su castillo de Quilpué a la espera de las buenas noticias de su avanzada.
Nota Unánime: Distinción máxima o como se dice; un siete.-